martes, 5 de abril de 2011

LA ESCULTURA DEL SIGLO XIX

 La escultura Neoclásica: Busca el equilibrio entre lo real y lo ideal. Cultiva los temas mitológicos y los retratos. Utiliza sólo el mármol, porque su granulado es imperceptible, su suave tacto y color neutro no desvían la atención de las curvas, líneas y ondulaciones de la forma. Formas sencillas, con sereno equilibrio, de superficies lisas y volúmenes acabados. El escultor más destacado es Canova, con su «Paulina Bonaparte». Otros escultores importantes son Thorvaldsen.
La escultura Romántica es más naturalista en su ejecución formal. Los temas empleados son de la historia próxima. No se limitan al mármol, empican la madera y el bronce.
Movimiento intenso y exagerado, ejecutado con técnicas de boceto. Superficies inacabadas. Los personajes expresan emociones violentas. El escultor más destacado es  Rude con su "Marsellesa".

 El grupo escultórico (1835-36), concebido como un monumental altorrelieve en piedra caliza, es de dimensiones  12,6 m de altura por 7,8 de anchura. Representa la marcha de los voluntarios de 1792, según se imagina e interpreta tras la Revolución del 30. La técnica es aditiva. Utiliza la masa, el volumen, la superficie pulida o rugosa contrastada, para conseguir una mayor expresividad. Está inspirado en “La Libertad guiando al pueblo” de Delacroix. Representa a Belona, diosa romana de la guerra, guiando al pueblo francés que marcha en defensa de la República contra los ataques exteriores. En ese momento el pueblo es llamado a la lucha y sacrificado por la libertad.
Destaca desde el punto de vista formal la forma abierta, el movimiento, el claroscuro, las diagonales que ayudan al carácter direccional de la marcha y los distintos planos de profundidad. Todo esto sin descuidar un riguroso estudio formal en la anatomía, los ropajes, la coraza y las superficies contrastadas. En realidad representa la "Partida de Voluntarios" que en 1792 se aprestaron a defender a la República de sus enemigos. En la parte superior está Belona, diosa romana de la guerra, con los brazos extendidos (por cierto, de evidentes similitudes con la figura de la Libertad guiando al pueblo). En la parte inferior dispone un grupo de soldados esculpidos a la manera de los ejércitos de la Antigüedad. Fuerza e intensidad emotiva; romanticismo, al fin.
La escultura impresionista (Auguste Rodin 1840-1917)
Caracetres de su obra: Valoración del volumen, pero un volumen dotado de vida. Debido a ello utiliza una serie de recursos: actitudes y gestos, juegos de luces y sombras que surgen de la acción recíproca de entrantes y salientes, incisiones, rasguños de las superficies esculpidas. Todo ello sugiere el movimiento sin representarlo materialmente. Sus figuras se introducen en el espacio o dejan que el espacio se introduzca en ellas: la masa corpórea no es compacta y cerrada como en los neoclásicos sino que se articulan rítmicamente los huecos y las protuberancias. Busca logar el modelado por medio de la luz. Da más importancia a la apariencia de las formas que a las formas mismas. El contorno de las figuras no es nítido sino huidizo. La forma casi se esfuma. Las superficies más que acabadas parecen casi abocetadas, como si estuvieran sin terminar. Utiliza la técnica del “non finito”, del inacabado que aprende de Miguel Ángel. Esta factura propiamente impresionista proporciona acusados efectos de claroscuro que sugieren un movimiento permanente. La luz crea en la retina del espectador la forma definitiva. El naturalismo de las figuras de Rodin es un naturalismo animado por una intensa vida interior y lo que interesa captar no es tanto la exactitud fotográfica, sino el sentimiento de la vida que anima a sus  personajes.
Se conocen como LOS BURGUESES DE CALAIS a la escultura que representa a los seis burgueses que en 1347, al inicio de la Guerra de los Cien Años (1337-1453), se ofrecieron a dar sus vidas para salvar a los habitantes de la sitiada ciudad francesa de Calais, ya extenuada y hambrienta, por las tropas inglesas del rey Eduardo III.
Los burgueses de Calais, como los conoce la historia, vestidos apenas con sayos de arpillera y encadenados, ofrecieron al enfurecido rey las llaves de la ciudad. Tan sólo la súplica de la reina Filipa de Hainault, que, embarazada, se arrojó a los pies de su marido pidiendo clemencia, salvó la vida de aquellos héroes.
Eran seis notables, Eustache de Saint-Pierre, Jean d'Aire, Jacques et Pierre de Wissant, Jean de Fiennes, Andrieu d'Andres.
El monumento celebró el heroismo de estos calesianos, reforzando la identidad histórica de la ciudad.
Concibió un grupo de seis personajes, aislados pero unidos en la miseria de su situación. De tamaño mayor que el natural, al comienzo sobre un pedestal y finalmente parados directamente sobre el suelo. Una vez más, contrariaba los lugares comunes del heroísmo y la teatralidad patriotera exaltada en un zócalo. Tras infinitos cabildeos y disputas, el escultor se salió con la suya y el monumento se inauguró oficialmente en 1895.
El movimiento rotativo invita al espectador a caminar alrededor de la escultura lo que lleva a una secuencia de imágenes en la cual los hombres individualmente parecen a veces tomar aisladamente su decisión, y a veces parecen decidirse en conjunto por entregarse. De esta forma no se narra un instante específico congelado en el tiempo, sino un espectro de pensamientos, sentimientos y decisiones.
Para representar a los personajes había tomado los elementos simbólicos del ritual de petición de gracia usado en la Edad Media ( en camisa, la cabeza y los pies desnudos, la cuerda en el cuello).  Todo, buscando dar a los rostros rasgos característicos de la región de Calais con el fin de conferir al drama una dimensión real y actual.

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