miércoles, 16 de febrero de 2011

Ribera, Murillo y Zurbarán

En Valencia sobresalen Francisco Ribalta y José de Ribera. francisco RIbalta nació hacia 1564 en Solsona y muere en 1628 en Valencia. Su formación es probable la completa­se mediante un viaje a Italia. Su obra se distingue por su brillante colorido, seguridad de dibu­jo y tenebrismo, siendo sus obras maestras La visión de San Francisco y La Cena.
José DE ribera es quizá el más im­portante de nuestros pintores tenebristas. Natural de Játiva, donde nace en  1591 y muere en 1652. En sus obras pue­den distinguirse dos etapas, una que llega aproximadamente hasta el cuar­to decenio del siglo y que se caracte­riza por el tenebrismo y en la que al­canza, como ningún otro pintor, la maestría en hacer destacar con crudeza sobre el fondo oscuro las figu­ras semidesnudas de apóstoles, santos, mártires o filósofos). Paulatinamente, en su obra se advierte una tendencia hacia los fondos claros, hasta llegar a fon­dos de luz dorada, persistiendo, no obstante, el crudo realismo y el va­lor plástico de las figuras, como el Martirio de San Bartolomé y La escala de Jacob, mientras en otras composiciones tiende, en este am­biente luminoso, hacia los tipos de belleza, y en otras, al característico rea­lismo de la escuela española en el retrato, como en El Pateta.  
El martirio de San Felipe (Ribera)


francisco de zurearán (1598-1664) De familia humilde, muy joven se traslada a Sevilla, donde entra en el taller de Pedro Díaz de Villanueva. Dos años más tarde, en 1616, pinta su primera obra conocida, La Con­cepción. Entre 1630-35 consta que hizo un viaje a la Corte, reci­biendo el título de pintor del rey, que él utiliza desde 1638. A partir de esta fecha alterna su estancia en Ma­drid y Sevilla.
A Zurbarán se le ha considerado como un pintor estrictamente reli­gioso, siendo lo mejor de su obra documentada los cuadros de santos de las Órdenes religiosas. En eviden­te paralelismo con la escultura ba­rroca contemporánea, dota a sus fi­guras de un naturalismo y depurado espíritu religioso, llenas de vigoroso realismo y el efecto plástico de los plegados, quizá fruto de la utilización de modelos de es­cultura, contribuyendo al plasticismo el brillante colorido, lleno de armo­nías suaves. En su obra, muy numero­sa, pueden advertirse una evolu­ción desde la influencia de los tenebristas al ama­neramiento y la blanda factura de la escuela sevillana de la segunda mitad del siglo. Es interesante su labor para las Órdenes religiosas, con los cuadros referentes a la Vida de San Pedro Nolasco, destinados al claustro del convento de la Merced de Sevilla, culminando esta etapa con La apoteo­sis de Santo Tomás de Aquino. Seguidamente pinta las dos series de los lienzos para la sacristía del monasterio de Guadalupe (La misa del P. Cabañue­las, el P. Illescas, etc.), y los destinados a la Cartuja de Jerez. Se distinguió también como pintor de bodegones, como retratista y como pintor de his­toria.

Puedes ver un artículo de la Wikipedia sobre Francisco de Zurbarán


bartolomé esteban murilLo nació en Sevilla en 1618 siendo el más jo­ven de una numerosa familia. En Sevilla continúa viviendo y trabajan­do activamente hasta su muerte, en abril de 1632.
Murillo, uno de los pintores que más popularidad han alcanzado den­tro y fuera de España, es el que aco­moda los grandes valores de la pintu­ra española al gusto es­tético de la época, dotándola de una gracia, de un amable tono femenino, que constituye el fundamento de su popularidad. Murillo renuncia a pin­tar, como sus predecesores, los santos viriles y ascetas, para acercarte más a !o familiar, al misticismo propio del catolicismo de la Contrarreforma, distinguiéndose por su dibujo impecable y su acertada elección del colorido. La Inmaculada Concepción  envuelta en su manto azul sobre el hábito blanco, rodeada de pequeños ángeles, es una de sus más agravia­das creaciones, alcanzando enor­me popularidad. Otra de sus más afortunadas creaciones son los niños, bien en realistas temas de género, como los niños comiendo melón,  Los vende­dores de frutas  o el Niño mendigo, o en las exquisitas realiza­ciones de £í Divino Pastor y Los niños de la Concha. En su serie de obras religiosas expresa como ningún otro la íntima religiosidad del pueblo andaluz, en deliciosas composiciones como la Sa­grada Familia del pajarito y las numerosas representa­ciones de la Virgen del Niño.

La Sagrada Familia del pajarito



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