miércoles, 16 de febrero de 2011

La arquitectura Barroca

BARROCO
Hablar de Barroco es hablar de un estilo un tanto complejo, muchas veces ha sido postergado, incluso se ha llegado a hablar de “mal gusto”. El Renacimiento ya había llegado a una gran barroquización, el Manierismo había exacerbado la intelectualidad y había alterado en equilibrio, por eso hasta los años 60 del pasado siglo se veía al Barroco como una continuación de ese fenómeno de distorsión, como una ruptura con el Renacimiento.

El barroco se inicia en Roma, en el último tercio del siglo XVI, afirmándose y extendiéndose por el resto de Europa en la centuria siguiente.
Lo  que si ocurre es que existe una oposición frente al Renacimiento. Desorden frente a orden, anticlasicismo frente a clasicismo, subjetividad, distorsión y antinormatividad frente a objetividad y normalidad. Pero todo ello hay que relacionarlo con el mundo formal, ya que hay una modificación del lenguaje ante el ascenso de una nueva sociedad (absolutismo, contrarreforma…), pero sobre todo hay una nueva finalidad, que es atraer la atención, subyugar, impresionar, lo importante es un lenguaje de la apariencia que capte atención. Es el momento de los grandes teatros, de la música, no solo religiosa sino de Corte, del urbanismo, en fin del espectáculo, por ello aparecen la “procesión”, lo ornamental, lo sensorial y efectista, todo en aras de la propaganda del Poder, sea religioso o profano.

ARQUITECTURA
En el barroco la arquitectura prevalece sobre cualquier otra manifestación artística; la escultura y la pintura concurren al efecto plástico y fastuoso del conjunto. En la arquitectura la línea curva, dinámica, es la dominante. El conjunto arquitectónico obra en función del espacio infinito, moviéndose las fachadas y plantas, de forma que se incluyen en el espacio por sus entrantes y salientes. Se eluden las formas geométricas, definidas, del Renacimiento; el edificio forma parte del espacio que le circunda, se construye en función de la plaza, de la calle o del paisaje en que se sitúa. La fachada adquiere, a veces, independencia en cuanto a la construcción, pero no en cuanto a lo que le rodea. Las líneas constructivas desaparecen en la abundante ornamentación, o se desvirtúan por el agitado movimiento de los entablamentos y cornisas, o por la ilógica disposición de los soportes. Se utilizan columnas salomónicas, soportes extremadamente estrechos en su parte inferior (estípites), frontones quebra¬dos, arcos de las más diversas formas, nichos en los que se agitan las estatuas. A la lógica estática del Renacimiento ha sucedido la agitada dinámica de las masas constructivas, en las que cada elemento existe en función del todo, y en la que la luz, con sus agudos efectos de claroscuro, adquiere una capital importancia.
En los conjuntos religiosos, si bien persiste el tipo de la iglesia de Vignola, ampliamente utilizado por los jesuitas, se difunden igualmente las plantas elípticas, circulares o mixtilíneas, profusamente decoradas, con esculturas, relieves y pinturas que contribuyen al efecto escenográfico buscado por el arquitecto barroco, que en las construcciones civiles se manifiestan, fundamentalmente, en los jardines, en los que el agua—fuentes y cascadas—adquiere una capital importancia, sobre todo en el siglo XVIII, realzando la belleza de las formas arquitectónicas.

GIAN LORENZO BERNINI (1598-1680) es el artista representativo del barroco, cuya actividad innovadora se extiende tanto en el terreno de la arquitectura como en la escultura. Su primera obra importante de carácter arquitectónico fue el  Baldaquino de San Pedro, elevado sobre la tumba del apóstol, y comenzado en 1624.
Tiene cuatro columnas salomónicas, que sostienen un ondulado entablamento sobre el que se alzan cuatro volutas convergentes, rematando en una bola con una cruz. Crea un altar al espíritu Santo y la “Cátedra” de la Iglesia, para pasar de lo terrenal a lo celestial. Todo él es de bronce, del atrio del Panteón de Agripa, encima hay mármoles, que producen un cambio de color para rematarlo con bronce de nuevo y en medio una cristalera en forma oval, que representa la inmaterialidad del Espíritu Santo. Pero su obra más grandiosa es la columnata de San Pedro, comenzada en 1656, constituida por dos inmensas alas de cuatro series de columnas cada una, que después de un primer trozo rectilíneo se abren en inmensa elipsis, prestando un magnífico efecto a la fachada de la basílica de San Pedro. El juego de masas en busca del efecto escenográfico..
FRANCISCO CASTELLI, IL BORROMINI, (1599-1667) inicia su carrera artística como escultor, colaborando con Carlos Maderno. Dotado de un temperamento más apasionado e inquieto que el Bernini, imprime a las masas arquitectónicas un dinamismo drástico, que, subordinado a su audaz fantasía y a su técnica, crea conjuntos de efectos lumínicos y espaciales como ningún otro. Hacia el 1632 ejecuta su primera obra, la Columnata del Palacio Spada, en la que, para aumentar el efecto de profundidad, disminuye las distancian de los intercolumnios en las últimas columnas. En 1640 comienza la iglesia de San Carlo alle quattro fontane (San Carlino), su obra maestra, con singular planta elíptica y capillas radiales, cubierta con cúpula revestida de casetones y con ojos de buey; al exterior, la movida fachada de planta ondulada es la más característica expresión de  su estilo, en cuyos dos cuerpos las columnas, los profundos nichos con estatuas, los vanos —puertas y ventanas—-, la balaustrada del remate, interrumpida por el gran medallón oval, producen hondos efectos lumínicos, a lo que contribuye las movidas líneas del campanario y cúpula..

En Francia con Luis XIV el arte francés adquiere carácter oficial. Se fundan las Academias Reales, que han de señalar las directrices a que han de someterse los artistas. En 1648 se funda la Academia Real de Pintura y Escultura. En 1666, la Academia de Francia en Roma. Y en 1671, la Academia Real de Arquitectura. Es el primer pintor de Luis XIV, LEBRUN, el que ejerce la fiscalización en todas las ramas de las Bellas Artes. El estilo Luis XIV se distingue por la severidad clásica en sus fachadas uniformes y simétricas, con frecuencia en total desacuerdo con la distribución interior. Se llega a crear un nuevo tipo de capitel formado por dos volutas, en cuyo centro se colocan la flor de lis y el sol de Luis XIV entre dos gallos batiendo las alas. En los interiores, en cambio, se prodigan los ricos elementos ornamentales, en los que predominan las curvas, pero siempre manteniendo una rígida simetría.
En París, en esta época, se saca a concurso la terminación del palacio del Louvre, al que asiste Bernini con un proyecto que fue rechazado; es CLAUDE PERRAULT quien construye la magnífica columnata de su fachada.

Pero, es la construcción del palacio de Versalles la empresa arquitectónica fundamental del reinado de Luis XIV, cuyo origen fue un modesto pabellón de caza, obra de LE ROY, de tiempos de Luis XIII, Emprende la construcción el arquitecto LEVAU, a quien sucedió JULES-HARDOUIN MANSART, el pintor LEBRUN y el jardinero LE NÓTRE. Versalles es el modelo de los palacios europeos del siglo XVIII. En él domina la horizontal, hallándose formado por una serie de salones que enlazan con un gran salón central (Galerías de los Espejos), y con otras numerosas dependencias, tales como la iglesia, de dos pisos, comenzada en 1699 por Mansart y Robert de Cotte, desplazada del eje principal del edificio; el Teatro, etc., en las alas laterales. Completan el conjunto numerosas construcciones accesorias, como las dos Caballerizas y pequeños palacios, como el Trianón y los pabellones de Marly. Contribuyen a los efectos decorativos de la arquitectura los magníficos jardines, trazados por Le-Nótre, con sus escalinatas, plazoletas, fuentes y esculturas.

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